Así, el trabajo de alguien que verdaderamente desee dedicarse a la literatura debe ser constante y nada aleatorio. Quien desee ser escritor debe tener en cuenta que debe dedicar tiempo a la lectura y la escritura con toda la frecuencia que le sea posible, de hecho, lo ideal es que este tiempo invertido en perfeccionarse ocurra a diario. No importa si leemos el periódico en lugar de una novela o escribimos un correo electrónico en lugar de una historia. La práctica en ambas facetas –lectura y escritura-, de la forma que sea, nos servirá para adquirir fluidez y acostumbrarnos más al ejercicio literario.
Horas y manías del escritor:
A la hora de practicar la escritura, todo escritor tiene momentos y lugares en los que se encuentra más cómodo, donde la imaginación fluye con todo su potencial. Muchos escritores sienten que escriben mejor en las horas nocturnas. Para autores como Nietzsche, la imaginación es un sueño consciente, así pues, no es extraño pensar que en la noche ese “sueño consciente” salga con mayor facilidad, ya que son las horas en las que debería producirse el “sueño inconsciente”. Teorías aparte, no siempre es la noche el momento elegido por los escritores. Para la mayoría de los que se dedican a la literatura profesionalmente son las horas diarias las que deben necesariamente ser utilizadas, ya que dedican a escribir el mismo tiempo que dedicarían a cualquier otro oficio; de este modo, se levantan temprano, escriben tres o cuatro horas por la mañana y otras tantas por la tarde. Es otro tipo de horario, tan válido como el nocturno.
Cuestión aparte son los lugares en los que se escribe. Para muchos el lugar es un medio de transporte; contemplando paisajes exóticos desde la ventanilla de un tren. Es entonces cuando agarran su libreta y comienzan a crear una historia. Para otros es la habitación del hotel; se trata de personas acostumbradas a viajar que adoran el silencio y la tranquilidad que se respira en estos lugares. Y, como no, están todos los que escriben en sus casas. En esta última categoría quedan encerradas los diversos lugares de la casa elegidos para la escritura: un jardín con hermosas vistas, la cocina, la habitación (sea con una ventana frente a la que sentarse o herméticamente cerrada y aislada de todo ruido exterior) el salón de casa o incluso la bañera. Cualquier lugar puede ser el preferido para escribir, sea por las causas que sean.
Y al igual que el lugar, encontraremos diversas “manías” que tienen los escritores cuando se sientan a crear una historia: escribir bajo el silencio absoluto o escuchando música, con vistas o en una habitación limpia de cualquier tipo de distracción, acompañados de una copa de licor de manzana o de su perro.
No importa, sea el momento, el lugar o del modo. Lo que debemos tener siempre claro es que, en efecto, esos factores externos pueden ayudar (algunos más, otros menos, y otros nada) pero que es el escritor mismo quien posee la clave para crear; nada de lo que hay en el exterior funcionará cual fórmula mágica para producir una obra literaria. Cualquiera de esos factores, cambiado o alterado, en el fondo no es especialmente relevante para que la historia que producimos salga mejor o peor. Por ello, el momento, el lugar y las condiciones pueden ayudarnos a conseguir tranquilidad y a concentrarnos mejor, pero el producto final sólo dependerá de nosotros.
2 comentarios:
Pues sí. Es como con casi todo, hay que tener constancia y disciplina. Es triste, se hace uno bohemio, y luego tiene que aplicar esas cosas como de cuartel.
Qué me vas a contar...
Por cierto, no hace mucho leí que Paulo Coelho escribe en una habitación en la que no hay absolutamente nada, para no distraerse.
Por mi parte, esté donde esté, tengo que escribir a oscuras. Es mi método para concentrarme mejor en la pantalla del ordenador.
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