Vida y Obra
Nervo es uno de los más importantes exponentes del
Modernismo en México. La confección y evolución de su obra no puede entenderse
sin un repaso a su vida, pues ambas se encuentran intrínsecamente ligadas.
Nace en Tepic (Nayarit) en 1870.
Allí transcurre su infancia hasta el instante de la muerte de su padre. Nervo
es entonces enviado a un colegio en Jacona (1883). En 1894 viaja a la capital
para iniciarse al fin en su carrera literaria. Se da a conocer por primera vez
en la revista Azul y comienza a
entablar amistad con otros escritores residentes en Ciudad de México.
En 1898, tres años después de haber
publicado su primera novela, produce sus libros de poemas Perlas negras y Místicas,
que recogen algunas poesías de producción anterior, ya aparecidas en revistas y
periódicos.
Hacia 1900 viaja a Paris como
corresponsal. Es en esta ciudad donde entablará amistad con escritores como
Rubén Darío, y donde conocerá al gran amor de su vida, Ana Dailliez, cuyo amor
perduró hasta la muerte de ella, en 1912. Entre estas dos fechas, Nervo publica
varios poemarios, dirige la Revista
Moderna y ejerce como diplomático hasta 1914, fecha en la que la Revolución
Mexicana destituye a todos los cargos acreditados en el extranjero. Volverá a
ejercer este puesto a partir de 1918 en Argentina y Uriguay. Fallece en éste
último país en 1919.
Nervo posee
una extensa obra poética que, según Ramón Xirau en Amado Nervo, pensamiento y poesía, evoluciona desde un romanticismo
de toque modernista, a una poesía desnuda, voluntariamente prosaica y
narrativa, libre de procedimiento. En este sentido se distinguen tres etapas de
la misma:
1. Periodo inicial. Su poesía mantiene
elementos románticos. Destaca un abundante uso de adjetivos y la expresión de
sentimientos tristes, apasionados o melancólicos.
2. Periodo modernista. Compone el centro de
su carrera poética, se halla introducido en la corriente de la época.
3. Periodo de simplificación. En él aparecen
poemas alejados de la retórica modernista. No existe la innovación técnica.
No obstante, desde sus primeras composiciones destacan
en el poeta dos temas
fundamentales
que estarán presentes en toda su obra: la religión y el amor. Acerca de estos
temas, Nervo se muestra sincero, declarando sus sentimientos al lector. Con
posterioridad aparecerán temas nuevos: el miedo a la muerte y el hastío hacia
la vida. Nervo teme morir, porque no sabe lo que le deparará el más allá; y
teme a la vida, porque no comprende su sentido.
En otros poemas destaca la
influencia de sus estudios en el seminario de Zamora, en el que ingresó siendo
joven. Es en éstos, recogidos en el libro Místicas,
donde, en efecto, el autor se acerca al misticismo, pero también a cierto
sensualismo que recuerda al Cantar de los
cantares.
Tras su estancia en París y su
contacto don Darío, la poesía de Nervo evoluciona hacia una sencillez en la
adjetivación; al mismo tiempo, el poeta persigue la tranquilidad espiritual. La
lírica de esta época es más personal. Nervo busca lo enigmático de la vida.
Pero también destaca la influencia de su relación con Ana; esta relación le
permite no necesitar adornos en su poesía. La sencillez le basta.
A partir de 1914, con la muerte de
Ana y la evolución de su obra, Nervo se ha alejado por completo del erotismo
juvenil y ha ido entrando poco a poco en sí mismo. Su poesía adquiere una temática
más aproximada a lo religioso y lo filosófico. Es una búsqueda constante de la
tranquilidad del alma, que finalmente acaba logrando por medio del amor. Así,
en 1915, cuatro años antes de fallecer, el poeta escribe:
Amé, fui amado, el sol acaricio mi faz
¡Vida, nada me debes!¡Vida, estamos en paz!
Extracto de Perlas Negras
Sol espledente de primavera,
a cuyo beso, fresca y lozana,
la flor se yergue, la mariposa
viola el capullo, la yema estalla;
sol espledente de primavera:
¡yo te aborrezco! porque desgarras
las brumas leves, que me circundan
como rizado crespón de plata.
A mí me gustan las tardes grises,
las melancolías, las heladas,
en que las rosas tiemblan de frío,
en que los cierzos gimiendo pasan,
en que las aves, entre las hojas,
el pico esconden bajo del ala.
A mí me gustan esas penumbras
indefinibles de la enramada,
a cuyo amparo corren las fuentes,
surgen los gnomos, las hojas charlan...
Sol espledente de primavera,
cede tu gloria, declina, pasa:
deja las brumas que me rodean
como rizado crespón de plata.
Bellas mujeres de ardientes ojos,
de vivos labios, de tez rosada,
¡os aborrezco! Vuestros encantos
ni me seducen ni me arrebatan.
A mí me gustan las niñas tristes,
a mí me gustan las niñas pálidas,
las de apacibles ojos obscuros
donde perenne misterio irradia;
las de miradas que me acarician
bajo el alero de las pestañas...
Más que las rosas, amo los lirios
y las gardenias inmaculadas;
más que claveles de sangre y fuego,
la sensitiva mi vista encanta...
Bellas mujeres de ardientes ojos,
de vivos labios, de tez rosada:
pasad en ronda vertiginosa;
vuestros encantos no me arrebatan...
a cuyo beso, fresca y lozana,
la flor se yergue, la mariposa
viola el capullo, la yema estalla;
sol espledente de primavera:
¡yo te aborrezco! porque desgarras
las brumas leves, que me circundan
como rizado crespón de plata.
A mí me gustan las tardes grises,
las melancolías, las heladas,
en que las rosas tiemblan de frío,
en que los cierzos gimiendo pasan,
en que las aves, entre las hojas,
el pico esconden bajo del ala.
A mí me gustan esas penumbras
indefinibles de la enramada,
a cuyo amparo corren las fuentes,
surgen los gnomos, las hojas charlan...
Sol espledente de primavera,
cede tu gloria, declina, pasa:
deja las brumas que me rodean
como rizado crespón de plata.
Bellas mujeres de ardientes ojos,
de vivos labios, de tez rosada,
¡os aborrezco! Vuestros encantos
ni me seducen ni me arrebatan.
A mí me gustan las niñas tristes,
a mí me gustan las niñas pálidas,
las de apacibles ojos obscuros
donde perenne misterio irradia;
las de miradas que me acarician
bajo el alero de las pestañas...
Más que las rosas, amo los lirios
y las gardenias inmaculadas;
más que claveles de sangre y fuego,
la sensitiva mi vista encanta...
Bellas mujeres de ardientes ojos,
de vivos labios, de tez rosada:
pasad en ronda vertiginosa;
vuestros encantos no me arrebatan...
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