Hace unos meses, tuve la oportunidad de emanciparme, digamos, en un 90% (todavía les visito para lavar la ropa sucia, porque no tengo lavadora; y para comer cuando no me apetece cocinar).
Acostumbrarme al nuevo hogar en el que vivo ha sido relativamente sencillo, aunque he ido mudando lo más esencial poco a poco, a medida que lo iba necesitando.
Tampoco me ha costado hacerme al nuevo lugar que uso para escribir. Se trata de una habitación que no se utiliza, y que definiría como peculiar. Para muchos, posiblemente, es la materialización de una pesadilla en cuanto a lugares de inspiración: no tiene buenas vistas, ni es cómoda, ni totalmente silenciosa (tengo el patio de un colegio a poco más de un tabique de distancia). Para colmo, está a rebosar de trastos, lo que podría suponer un problema añadido, por aquello de que desvía la concentración a la hora de buscar las ideas.
A mí, sin embargo, me encanta.
Entrando por el lado sur, al visitante se le ofrece una visión de lo más espantosa: la pared continúa empapelada, tal y como la dejó su antiguo inquilino, allá por los años 80. Un dibujo indefinible, compuesto por diversos matices de verde, que semeja alguna onírica composición floral.
Al fondo, apoyados en la esquina noroccidental, descansan dos muebles viejos llenos de platos, vasos, cubiertos sucios, tazas, un jarrón de cristal y un teléfono de esos que recuerdan a una montera. En el centro tiene una rueda con diez agujeros, para ayudar a marcar, y una pegatina, donde alguien escribió a boli un número que todavía no utilizaba el 91
En el suelo, media docena de lienzos cuyo dibujo nunca he visto, unidos unos a otros con cinta de carrocero por la parte pintada.
El la pared norte, poca cosa: una bombona de butano que todavía no se ha estrenado y un par de ventanas, sucias, pequeñas y pegadas al techo. Una persiana verde, de las que se enrollan tirando de una cuerda, apenas deja que entre la luz.
La pared oeste está repleta de cosas: la nevera, posiblemente lo más valioso de la habitación, tiene colocada una toalla en el suelo, porque gotea agua desde el congelador. A su lado hay una estufa de butano, muy vieja. Me he pasado todo el invierno acordándome de ella, pero nunca me atrevo a utilizarla. Creo que lleva sin usarse varias décadas. Sobre ella hay una pila de libros que me he traído de casa (un diccionario de sinónimos, la 23º edición del DRAE, varios libros sobre documentación, otro de ortografía...). Descansan al lado de una cazuela llena hasta la mitad con un preparado a base de agua y hojas de eucalipto que desde el año pasado nadie se ha molestado en vaciar.
Y si continúo la visita encuentro muchos más trastos en los rincones de la habitación: un paragüero con un dibujo de flores, una lámpara de pie con una tulipa feísima en color crema, y de la que cuelga un boliche atado a una cinta rosa (¿Qué hace eso ahí?), una vela que asoma tímidamente su rabito de cuerda desde la esquina de un aparador....
Pero sin duda, el elemento más raro es el cocodrilo.
Se encuentra a mi izquierda, sobre la pila de libros, quieto como un centinela. Mira fijamente hacia el centro de la sala, donde me siento a escribir. A veces me parece que es un editor metamorfoseado, o que debo pedirle permiso para consultar alguno de los libros que vigila con sus ojos muertos y su boca permanentemente abierta.
Provocaría cierto respeto, de no ser porque cuando se le presiona el abdomen suena un pito ridículo.
9 comentarios:
¡Es tu negro! Ahora me explico muchas cosas.
¿Me puedo quedar con el teléfono?...
Jejeje. El teléfono me encanta. Lo siento.
hasta que has mencionado lo del cocodrilo todo iba bien, me había hecho la idea deque esa habitación era poco menos que el armario que lleva a Narnia XD, luego has mencionado un cocodrilo y teniendo en cuenta que probablemente tenga instalado en mi cabeza un trauma o algo parecido porque tengo una fobia a ese animal terrible,me has tranquilizado con su abdomen jeje. Lo cierto es que yo estoy tratando de escribir mi primera novela, es un thriller policiaco, y me inspira trabajar en el cuarto donde duermo, y vivo practicamente, alli sueño, lloro, rio, pienso (y por pereza no he quitado el arbol de navidad...aún!!!, lo sé, lo sé...) que mayor inspiración que esa, además mi habitación tiene una ventana que da a un patio tradicional canario precioso, (no es por dar envidia eh!). Por cierto, debo decirte que mi madre me regaló la vidriera carmesí, aún no le he empezado, porque estoy con otro, pero habiéndomela regalado la persona que mejor me conoce del mundo me gustará seguro.
Y.
Enhorabuena por el rincón que posees, y adelante con esa novela.
La Vidriera tal vez te guste, o tal vez te decepcione. Sea como sea, no te cortes en decirme qué te ha parecido ;)
Hola Miguel:
Tengo algunas preguntas que me gustaría, que a tu punto de vista las respodieras.
1. ¿Por qué consideras que los libros son parte fundamental de la sociedad?
2. A tu punto de vista, ¿Cuál fue el mayor avance que se dio en la historia de la humanidad, refiriéndonos a libros o literatura?
3. ¿Cómo consideras que se han dado los cambios, con forme al paso del tiempo, en la redacción de las obras?
4. ¿Todas las obras literarias son valiosas?
5. ¿Se han mostrado cambios en la sociedad por causa de un libro?
6. ¿Qué opinas, en cuestión de lo que la humidad piensa de los textos literarios? ó ¿Cómo has percibido la aceptación de los textos literarios por parte de la humanidad?
7. ¿Consideras que la sociedad, le da la importancia necesaria a los libros?
Agradesco el tiempo que compartes conmigo y más te agradescaría, me las contestes. De nuevo, gracias.
Atte. Alejandro G
Hola Alejandro. Como mis respuestas podrían resultar demasiado largas, si me lo permites te contestaré en privado. Gracias por tu interés.
Me gusta eso de tener un cocodrilo que infunda respecto vigilando tus espaldas mientras estás distraído escribiendo :)
A mi me vigilan varias figuras de Cthulhu, un dragón y un montón de figuras de personajes de cómics que son mis guardianes personales :P
genial lo del cocodrilo, me ha hecho reir
Veronica
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