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Ciudad Negra. Por Fernando Gamboa

Ya tenía yo ganas de hincarle el diente a una novela de aventuras, género con el que me siento particularmente a gusto como escritor. En este caso mi búsqueda en las listas de Amazon no me llevó demasiado lejos; entre los primeros títulos di con Ciudad Negra, una novela escrita por Fernando Gamboa, el autor de La última cripta, historia con la que me había topado meses atrás y con cuya lectura disfruté.

En esta ocasión el autor se vale de los mismos personajes de su primera novela: Ulises, Cassie y el profesor Castillo, y los lleva en busca de la que, para sorpresa de todos, es ni más ni menos que la hija de nuestro recatado profesor. Ésta ha desaparecido en mitad de la selva del Amazonas, dejando poco más que una pobre pista sobre su paradero. De este modo, los tres personajes se pondrán en marcha iniciando una aventura en la que valdrán más sus habilidades de supervivencia que el equipamiento, y donde, para su sorpresa, descubrirán que la selva esconde un secreto totalmente inconcebible: la ubicación de una monumental ciudad antigua; una ciudad que parece abandonada, pero que no lo está...

Para el desarrollo de su novela, Gamboa se vale de capítulos breves con los que se agiliza la historia con un estilo que huye de la densidad para favorecer la acción sobre la descripción. En lo que concierne a los personajes, se nota que el autor ya lleva andado un largo recorrido junto a ellos. Cada uno tiene un carácter bien definido; les avala una historia detrás y el cariño del escritor. Todo ello da como resultado que se encuentren bien construidos y que consigan no sólo conectar con el lector, sino transmitirle cada una de las emociones que ellos sienten. Además, Gamboa ha logrado que, como bien advierte en la descripción de Amazon, no sea necesario haberse leído la novela anterior. En ésta se comprende por qué los personajes pueden estar enfadados los unos con los otros, porque queda todo explicado, de modo que si no venís desde La última cripta, no pasa absolutamente nada.

Lo mejor: Lo que sin duda destaca en esta novela es que parece que el autor conoce de primera mano de lo que habla. Los términos sobre submarinismo y navegación que utiliza Ulises dan la sensación de ser transmitidos desde la boca del propio Gamboa, como si el personaje fuera un alter ego del autor. Pero mejor aún es la descripción de la selva. El entorno, el clima y las situaciones en las que se ven envueltos los personajes parecen descritas desde la perspectiva de alguien que ha visitado un clima semejante, que ha caminado entre la abundante vegetación, ha sentido los mosquitos y ha grabado en su memoria toda la barahúnda de aves, ranas, monos y demás criaturas. Resulta especialmente relevante el capítulo sobre el viaje en barco y los escarabajos; no es más que una mera anécdota introducida en la historia, y precisamente por ello da la sensación de haber sido vivida en primera persona. 

Lo peor: La novela tiene algunas erratas que a cualquier escritor se le pueden pasar por alto. Por otro lado, hay comas donde sería preferible que no estuvieran y faltan donde tendrían que estar. El autor también hace un uso demasiado frecuente -para mi gusto- de la conjunción "y". 
Defectillos todos absolutamente desdeñables, y que si uno no es un tiquismiquis (como es el caso de un servidor) pasan desapercibidos bajo la historia.

En conclusión, nos encontramos frente a una novela que entretiene, que consigue generar las ganas de leer, de evadirse del mundo y acompañar a los personajes en su recorrido a través de la selva. Si os apetece leer una buena aventura, ésta es vuestra elección.

La interpretadora de sueños. Por Rafael R. Costa


El mundo que nos ha tocado vivir es injusto con la literatura. Hoy se valora más la estrategia de mercado, el morbo o la más simplona de las modas que cualquier auténtico valor con el que medir a los escritores, con el que llamarlos utilizando todo el peso de esa palabra: Escritor. Sí, con mayúscula.

Lo peor de todo es que algunas veces nos dejamos llevar por esa corriente estúpida y sin percatarnos muy bien de las razones, terminamos con un libro anunciado en marquesinas, carteles de metro y banners de Internet. Pero ahí reside precisamente la clave: que lo hayamos comprado sin enterarnos bien de las razones, guiados por la sugestión del anuncio. Sólo cuando lo abrimos y comenzamos a leer se deshace el embrujo. Con las cincuenta primeras páginas entendemos que nos han vendido otra basura comercial y hueca. 
Por esa razón, cuando uno se topa con una obra realmente buena y advierte que se vende al mísero precio de dos euros con setenta y siete céntimos (y lo escribo en letra para que cale más hondo), no puede evitar enfadarse un poquito más con el mundo.

Tal vez no tendría que haber comenzado una reseña con semejantes aires de indignación, pero encontrarme con que La interpretadora de sueños ocupa el puesto cincuenta y tantos en novela histórica, por debajo de auténticos bodrios, me ha enervado. Tenía que soltarlo. El mundo es injusto.

Y es que, desde las primeras páginas, La interpretadora de sueños se presenta como una novela escrita con una brillantez exquisita.  El autor domina las letras con una veteranía que en ocasiones llega a sobrecoger por su lirismo y su musicalidad. No resulta extraño, si se tiene en cuenta que Rafael R. Costa se dedica a la poesía, el género más literario de todos. Como resultado de esta herencia el lector encuentra párrafos a los que no les sobra nada e intervenciones de los personajes que en ocasiones rozan la máxima filosófica.

Es ésta una novela profunda, pero no densa; cadenciosa, pero en absoluto lenta. El relato de los personajes, sus opiniones, sus anhelos, sus miedos y,  sobre todo, sus sueños, priman sobre la acción, pero ésta, cuando se sucede, coloca al lector en unos escenarios de una riqueza descriptiva que sorprende. Es fácil pasear por las calles de Praga, Nueva York o Viena, y ver con los ojos de la imaginación personajes como Hemingway, Kafka, Houdini o Hitler. Pero no es que el autor los describa, sino que los resucita mediante las letras, de modo que no llegan a sobrar, ni parece que hayan sido incluidos para darle algo de vidilla a la historia. Están porque tienen que estar; porque, en el territorio de infinitas posibilidades que es una página en blanco, debían encontrarse con Sarah Georginas Parker, la interpretadora de sueños.

Georginas, enigmática, bellísima, busca el reconocimiento de su hijo, fruto de un matrimonio cuya legitimidad parece haberse hundido con el Titanic. Su lucha la conducirá a viajar de Praga a Nueva York para dedicarse a interpretar los sueños de todo tipo de personajes.
Pero en la misma Georginas destaca algo de onírico: el detalle de una mujer que enamora a la urdimbre de la Historia, de tal modo que no sólo personajes famosos llegarán a entregarle su corazón, sino que el mismo universo gira para mostrarle los grandes acontecimientos que azotan la primera mitad del siglo veinte: desde el final de la Gran Guerra hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Todo será vivido por una Georginas que parece no dar importancia a su tremendo magnetismo. ¡

Pero quizás soy yo quien está dándole demasiada importancia a su personalidad.  Quizás le atribuyo poderes más elevados de los que realmente posee, y no es más que una pobre mujer que busca redimir el apellido de su hijo y que sobrevive gracias a los conocimientos que posee sobre teoría freudiana. Sí, quizás así sea, y lo que sucede es también yo he caído en la trampa hipnótica de Sarah Georginas Parker.

Lo mejor
Reiterando: el estilo. El autor nos conduce por donde desea hacerlo, nos transporta con sus palabras a uno u otro estado de ánimo, al amor y a la guerra, al bullicio de las ciudades y a la soledad del gabinete de interpretación de sueños. Todo se conjura entre las líneas como un hechizo, como un sueño. No hay forma de abandonar la lectura.

Lo peor
Lo peor de esta novela es que es literatura, literatura de verdad. Y como no pertenece a ninguna moda comercial ni recurre al morbo o al éxito fácil, y dado que muchos de nuestros editores se hallan poseídos por el espíritu de la calculadora, temo que acabe enterrada bajo la estulticia de nuestro tiempo.
Le deseo al autor que no sea así, y que el merecido éxito que debe cubrir a La interpretadora de sueños le llegue cuanto antes. 

Reseña. El camino de las luciérnagas, por Mónica Rouanet

Inauguro esta sección pidiendo disculpas por no haber publicado ayer, que era cuando tocaba. Es malo no saber cuándo caen los días de fiesta; pero aquí estoy el viernes, dispuesto a hablaros de El camino de las luciérnagas, la que -parece- es la primera novela de Mónica Rouanet (podéis pinchar en el nombre para ir directos a su página web).

Si hay una palabra con la que, en términos generales, pueda definirse esta novela, es sorpresa. Cuando comencé a leerla no imaginaba ni por asomo que la trama iba a decantarse por una historia como la que relata.
Al principio la historia comienza con el relato alrededor de Atanasio, "Tano" para los amigos: la vida de este muchacho, que parece condenada al destierro de toda amistad por culpa de un nombre tan desafortunado (todos sabemos lo crueles que pueden llegar a ser los compañeros de colegio), se relata con cierto toque de humor que por unos instantes me recordó a Las cenizas de Ángela, sin que en nada fuera epigónica de esta, por supuesto. El camino de las luciérnagas destacaba por tener personalidad, estilo propio y la capacidad de lograr un interés por lo que cuenta. ¿Cómo no seguir leyendo?

La vida de Tano, tan poco dada a lo social, cambia de la noche a la mañana gracias a la llegada de un nuevo alumno, Anselmo, a quien su nombre no ha deparado ninguna penuria ni autismo forzado gracias a un carisma excepcional. Tano y Hans, como todos le llaman, se hacen amigos desde el primer día, y gracias a ello el protagonista consigue integrarse al fin dentro del grupo de clase. No obstante, el lector pronto descubre que Hans no es tan buen compañero como parece. Bajo una personalidad atrayente se esconde otra, manipuladora y oscura, que conducirá poco a poco la historia hacia instantes cada vez más escabrosos.

Pero El camino de las luciérnagas posee una atmósfera de nostalgia que inevitablemente atrae a quienes nacimos en la década de los 70 y vivimos nuestra juventud en los 80.  La autora alterna capítulos en dos instantes temporales: unos en 2011 y otros que discurren entre finales de 1985 y mediados de 1986. En este pasado es fácil que identifiquemos como propias algunas de las primeras experiencias del protagonista: el primer sorbo de alcohol, la primera calada a un cigarro, la primera salida un sábado por la noche, el primer beso... todo queda plasmado de una forma tan natural, que el lector vuelve a la infancia y la adolescencia, y de forma automática se transforma en uno más de los miembros del grupo.

Lo mejor: los personajes. Mónica Rouanet logra describirlos con claridad y sencillez, de modo que es fácil imaginárselos; pero además consigue que éstos sean fieles a su forma de ser durante toda la historia, y que algunos incluso evolucionen, como es el caso de Atanasio, el protagonista. Por otro lado, el personaje de Hans está especialmente bien logrado, de tal forma que uno llega a sentirse víctima de sus manipulaciones.

Lo peor: Mónica todavía renquea en la técnica. Si bien su estilo es sencillo y fluido la mayor parte del tempo, hay lapsus de puntuación, alguna que otra falta de ortografía (menores en su mayor parte) y unas cuantas frases que podían haberse escrito con algo más de gracia. Cuestiones todas que probablemente veremos mejoradas en su próximo trabajo.

En definitiva, encontramos en esta novela una historia que entretiene, dividida en 66 capítulos breves que permiten una buena progresión. El camino de las luciérnagas  nunca se hace pesado de transitar, y pese a que poco a poco va oscureciéndose, siempre queda algo del toque de humor con el que comienza.

¿Os apetece volver a los 80? Ésta es vuestra novela.





Inauguro sección. Reseña de autores autopublicados

Un poeta de esos que se perciben auténticos, con la personalidad de un artista de principios del XX, parece haber adivinado mis intenciones.

No nos conocemos en persona, y es probable que nunca lleguemos a conocernos. Ésta es la magia de las redes sociales. Sin embargo se me antoja con algunos rasgos de filósofo, otros de loco y muchos de bohemio. Que el aludido me disculpe si en algo no acierto, o si le he ofendido. A los verdaderos poetas, a los que parecen haberse entrevistado con los centauros de Rubén Darío, me los imagino así.

Como digo, creo que este poeta me ha visto venir. Amazon me ha encandilado de una forma especial. A pesar del chasco que me llevé al leer muchos de los autopublicados, el universo, la maraña de historias de quienes se autopublican y la pelea constante que mantienen por abrirse paso en ese universo de novelas virtuales no ha dejado de llamar mi atención. He entrado en el mundo y no he salido. Me ha atrapado, quizás para bien, o tal vez para mal... quién sabe.

He continuado leyendo autopublicados. En mi trayectoria he vuelto a encontrarme con una mayoría de historias que no me han gustado, pero he visto otras con las que me he llevado una agradable sorpresa. Me encantaría poder hablar de ellas.

Por esta razón me he decidido a abrir una etiqueta (que inauguro con esta entrada) para reseñar las novelas de autopublicados que vaya encontrando y me gusten. Eso sí, la sección estará sujeta a tres reglas muy básicas:
  1. Sólo haré reseñas positivas. No habrán reseñas para las novelas que no me hayan gustado.
  2. Sólo reseñaré obras autopublicadas, o bajo sellos como B de books. 
  3. No aceptaré reseñar obras de amigos personales
Pues bien. Si nada lo impide, el próximo jueves comenzaré con la reseña de El camino de las luciérnagas de Mónica Rouanet. Una novela muy entretenida, que va desgranando una historia absolutamente inesperada. 

El próximo jueves, la reseña completa.