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La zarza de tres espinas. Por Tyndale House

Llevaba una semana prometiéndolo: una noticia relacionada con mi novela La zarza de tres espinas que gustaría a quienes ya han disfrutado con mis novelas en el continente americano. Hoy jueves rompo el secreto. La prestigiosa editorial norteamericana Tyndale House, una de las grandes publicadoras de literatura cristiana, ha adquirido los derechos de la novela. Pronto, La zarza de tres espinas saldrá publicada y distribuida bajo su sello.

La novela ya podía adquirirse bajo la firma de Ediciones Noufront por vía de Thomas Nelson Publishers, la editorial que publica mis novelas de Praemortis, entre otras. Sin embargo, Tyndale ha adquirido los derechos totales sobre La zarza de tres espinas, de modo que la obra será distribuida y editada por ellos.

Aún es pronto para que pueda dar las fechas de su publicación, o si mantendrán o variarán la portada (la que coloco en esta entrada es la realizada por Noufront a finales de 2011), pero espero poder ir adelantando cosas con el transcurso de los meses. Tampoco sé si, de hecho, habrá distribución por las librerías españolas.

Una noticia como ésta me deja muchas ilusiones. Creo que La zarza de tres espinas es una de mis obras mejor realizadas, y con su adquisición por Tyndale tendré la oportunidad de ver cómo se distribuye por el continente americano. Después, claro, será
el público quien tenga la última palabra sobre la historia que se narra entre sus páginas.

La zarza de tres espinas. Ebook a 1,99 euros (2,57 dólares)

Aunque varias personas me han insistido en ello, me resulta extraño creer que La zarza de tres espinas es mi mejor novela. Es, quizás, una de las historias que menos me costó escribir. Los capítulos salieron de mi cabeza sin ningún esfuerzo, uno detrás de otro. Tan poco me costó, que en ocasiones ni siquiera me hizo falta guiarme por una sinopsis, como me ha ocurrido con otros trabajos.

Pero el caso es que la historia surgía sin contención. Los personajes respondían a su propio carácter, y de este modo casi llegué a sentirme el mero redactor de un argumento que estaba escrito desde hacía mucho tiempo, quién sabe dónde. Y así, terminé la novela en nueve meses.

Por todo ello me resulta curioso que quienes han leído mis otros trabajos coloquen ésta novela en la cumbre,  incluso por encima de las más recientes, que, se supone, han mejorado en calidad.

De modo que, cuando me enteré de que la editorial iba a rebajar su precio en ebook me llevé una alegría. En esta época, en la que algunas editoriales no se enteran de que los lectores no son idiotas, y que no se puede colocar el ebook de una novedad a 12 eurazos (véase el último libro clónico de Dan Brown), los editores de La zarza de tres espinas han rebajado su precio hasta los 1,99 euros, una cantidad más que razonable para un libro digital, me parece a mí.

La zarza de tres espinas cuenta la historia de Lucas Belmonte, un soldado en el s. XVI español. Lucas mantiene una amistad con Alonso que se remonta a la niñez. Sin embargo, esta amistad se verá dañada por la aparición de una mujer: Margarita Valle. La personalidad de la bella muchacha y sus ansias por enriquecerse destruirán no sólo la amistad de los dos protagonistas, sino que los conducirá a una trampa mortal.
Una novela llena de aventuras, pasiones, traición y viajes. Una novela que, por gracia de las musas, se escribió ella sola.

Si os interesa leer un fragmento en Amazon (o comprarla) podéis hacerlo a través de los siguientes enlaces. En Amazon.es podéis descargar un fragmento gratuito en un botón del extremo derecho de la página, mientras que en Amazon.com lo podéis leer pinchando directamente sobre la imagen de portada.

A través de Amazon.es

A través de Amazon.com


Además, os dejo una de las críticas que me hicieron sobre ella en Anika entre libros:


Y ya, para rematar, termino con uno de mis fragmentos preferidos (aviso de Spoiler), que tiene como protagonistas a Margarita y al Prior Jacobo Balius.

***

-Siempre he sabido que eras la dueña de ambos -continuó Balius
            Continuaba en el primer peldaño de la escalera, dispuesto a descender del campanario, pero lo había detenido una ocurrencia macabra.
            -Dime, Margarita -inquirió, volviéndose hacia la mujer, que aún no se había movido de su sitio- ¿Nunca te han importado sus vidas?
            La fina capa de polvo depositada sobre los tablones del suelo se había levantado, barrida al paso del hábito del prior. Flotaba ahora sobre la estancia, iluminada por una pálida hebra de luna. Tras ella, parcialmente oculta en la oscuridad del habitáculo, Margarita parecía un espectro.
            -¿Nunca has sentido amor por esos dos hombres a quienes posees? ¿O tan siquiera pena? Responde.
            -No.
            Jacobo contuvo un escalofrío.
            -Eres diabólica.
            La risa juvenil de Margarita rebotó sobre las paredes del habitáculo y ascendió hasta encontrar salida entre las campanas. Cuatro palomas huyeron con un fuerte aleteo.
            -No me insultes, Jacobo. Recuerda que tú me convenciste para que los utilizara.
            Súbitamente, el prior notó que se apoderaba de él una presión claustrofóbica, impelida al presentir que  también él se hallaba preso de Margarita Valle.
            -Creo que nunca hizo falta convencerte.
            Sí, posiblemente él también se había transformado en su esclavo, pero no a causa de su belleza, como les había sucedido a Lucas y Alonso; sino acorralado por las maquinaciones de aquella mujer insensible. Se notó temblar. Respiró hondo, adoptó una postura autoritaria, y alargando el brazo a la mujer, dijo:
            -Bajemos ya. Van a tocar a maitines.

No hay dos sin tres. Nueva sesión de firmas

En la feria del libro, con mis novelas Praemortis 1 y II
y La zarza de tres espinas y con una camiseta de lo más friki.
Como bien dice el título: no hay dos sin tres. El domingo pasado la tarde amenazaba con una tranquilidad absoluta, pero la cosa fue cambiando a partir de las siete. Me encontré con amigos viejos y nuevos, todos interesados por mis historias, y más de uno trayendo propuestas para nuevos proyectos (porque la Ferian o sólo sirve para firmar libros). También tuve alguna que otra sorpresa que -me vais a permitir-, me guardaré para mis adentros.

Curiosamente, fue Praemortis la que se llevó el protagonismo de entre todas mis novelas, justo lo contrario que sucedió el día anterior. ¿Sería, quizás, por la fabulosa reseña de Miguel Ángel Gómez Juárez, en Me gustan los libros? Pues no os digo que no, porque se nota que Miguel Ángel tiene tablas en esto de reseñar novelas. Con la segunda parte de la trilogía, que tuve la oportunidad de entregarle en mano y firmada, ha dado plenamente en el clavo. Os recomiendo su lectura. No hay peligro de que se desvelen asuntos importantes de la trama, podéis estar tranquilos.

La Feria del Libro da para muchas anécdotas, y como tal, uno nunca se cansa de asistir. Así pues, el próximo sábado, 9 de junio estaré de nuevo en la caseta de siempre, la 123, con las amables dependientas de la Librería Calatrava, desde las 18:00 a las 21:00. Si las cuentas no me fallan, es el último fin de semana que le queda a la Feria, así que, si no habéis podido ir hasta ahora, no os lo perdáis.

Y, para que vayáis abriendo boca, os dejo una muestra de las tres novelas en google books. En los enlaces podréis leer una buena muestra de las tres historias:

Praemortis I. Dioses de carne

Praemortis II. Descenso

La zarza de tres espinas




Firma de libros en la Feria de Madrid.

Como otros años, me hago un hueco entre los escritores que estarán firmando en la Feria del Libro de Madrid.  Estaré allí el próximo sábado, 26 de mayo (1012), en el stand número 123 (Librería Calatrava), desde las 17:30 horas hasta las 21:00. Vamos, todida la tarde, comenzando desde bien prontito, para quienes no les importe quemarse con los 27º C previstos.

En esta ocasión, tendré oportunidad de firmar ejemplares de buena parte de mi trabajo, comenzando por Praemortis I. Dioses de carne. , la primera parte de una trilogía ambientada en un futuro estremecedor, en el que una corporación domina la eternidad de cada persona en el mundo. (podéis ver el fantástico booktrailer en la esquina superior derecha del blog). 

Praemortis es una novela que ha sorprendido a lectores de España, Ecuador, Estados Unidos, México y Argentina, porque muestra un mundo vibrante de emociones, pero lleno, al mismo tiempo, con un fuerte trasfondo metafísico. Al fin y al cabo, una historia en la que cada personaje conoce cuál será el tenebroso destino para su alma no suele dejar indiferente...

También estarán presentes los ejemplares de Praemortis II. Descenso La continuación de la trilogía, en la que los personajes continúan luchando por conocer la sobrecogedora verdad que esconde el universo en el que viven. 

Por último, también firmaré ejemplares de La zarza de tres espinas, la novela de aventuras con la que me estrené en Ediciones Nolufront a finales del año pasado. Con esta novela me encuentro particularmente contento. Hace unas semanas ya os escribí anunciando que acababa de lanzar su segunda edición, pero también he sabido que desde no hace mucho puede adquirirse en el continente americano, vía Thomas Nelson Publishers. Al otro lado del Atlántico está recibiendo muy buena acogida, tanto, que me sorprendió encontrarla hace unos días dentro del Top 10 de las novelas de ficción más leídas de Grupo Nelson, en Amazon. 

Un listado de buenas noticias, y todo gracias a vosotros, lectores. Días atrás escribí una dedicatoria en uno de mis libros que muestra perfectamente mi agradecimiento. Ampliando un poco lo que puse, me gustaría extender la misma dedicatoria a todos vosotros: 

"Es el lector quien, al iniciarse entre las páginas de una novela, termina de completar los personajes, el universo y a cada rasgo detallado por el autor. Gracias a todos vosotros, lectores, por darle la vida a mis historias". 


La zarza de tres espinas. Visto desde J.A. Monroy

El pasado domingo salió a la luz la última reseña sobre mi última novela, La zarza de tres espinas, que ya va por su segunda edición. En este caso se trata de una crítica del escritor y conferenciante internacional Juan Antonio Monroy, que ha llenado de halagos un relato sobre el que ya le hablé hace algunos años, cuando la trama aún tomaba forma en mi cabeza.

En aquella ocasión, recuerdo que le comenté que andaba pensando en una historia con influencias de la vida de Cervantes y de las novelas de Alejandro Dumas, pero cuyos personajes se habían forjado gracias al tratamiento aprendido de maestros como Miguel de Unamuno, o Delibes.

Con una presentanción como aquella, Monroy se interesó por la historia. Tiempo después, su crítica en Protestante digital me deja ver que no ha quedado defraudado. Podéis leerla pinchando aquí.

Ahora sólo me queda agradecer a Monroy una reseña tan favorable. Leer halagos de alguien de su talla me saca los colores, pero también consigue que me aflore la sonrisa por un trabajo bien hecho.

¿Queréis leer el primer capítulo de esta aventura? No tenéis más que pinchar aquí.

La zarza de tres espinas. Lee el primer capítulo completo

En los últimos días voy viendo las primeras muestras de cómo La zarza de tres espinas cruza el Atlántico hacia el continente americano. De momento, ya la he visto anunciada en Amazon , pero muy pronto será distribuída por Grupo Nelson.

Para celebrar un acontecimiento como éste, he querido hacer algo que en su día me propuse hacer, pero que por culpa de mi desastrosa cabeza nunca recordé hacerlo. En entradas anteriores os copié el primer capítulo de la novela; sin embargo, lo que colgué sólo era una parte del primer capítulo. Hoy, reordenando mis pensamientos, he recordado que os debo un primer capítulo completo. De modo que, sin más dilación, os dejo que disfrutéis con el inicio, ahora sin cortes, de mi última novela (justo donde están los asteriscos es donde lo dejé la última vez):



El filo curvo de la luna horadaba las nubes como un alfanje amarillo. Su luz pálida llegaba hasta los edificios de Madrid; casas pequeñas, pegadas unas a otras como si pudieran sentir el frío invernal; separadas de cuando en cuando por unas callejuelas estrechas, retorcidas y plagadas de charcos. El ladrido de un perro se atrevió a romper el silencio, otro respondió de lejos; y luego dos más. Ladraban al paso de los corchetes: seis hombres que corrían  frenéticos, espada en mano.
            -¡En los soportales! -gritó uno de ellos, al tiempo que señalaba una sombra que pretendía ocultarse tras una de las columnas.
            -¡A él! -ordenó otro.
            Al saberse descubierto, el fugitivo dio un brinco hacia la oscuridad del interior, como si pretendiera entrar por la puerta de alguna vivienda. Pero luego, dubitativo, se volvió, dando la espalda a sus perseguidores.
            -¡Quieto, Lucas! -llamó un tercero. No pertenecía a los corchetes.
            Sin embargo, el aludido ignoró esta orden igual que las demás  y se adentró por un estrecho callejón.
            -Está perdido -afirmó uno-. Por ahí no hay salida.
            Los corchetes enfilaron el callejón. Era tan estrecho que difícilmente cabían de dos en dos. Al fondo, pegado a un muro que cortaba el paso, Lucas Belmonte buscaba algún asidero por el que trepar.
            -Lucas, no sigas -dijo el hombre que lo perseguía junto a los corchetes, adelantándose-. No nos obligues a atacarte. Entrégate.
            Lucas observó las paredes de los lados. A su izquierda, a unos seis pasos, descubrió una puerta de aspecto desvencijado, pero si quería alcanzarla era necesario que corriera en dirección a sus atacantes.    
            -Ya me has entregado, Alonso -gruñó Lucas, desviando la mirada hacia el hombre que se interponía entre él y los guardias-. ¿Cómo has sido capaz de traicionarme así?
            -He hecho lo que debía hacer -respondió Alonso, tajante-. Es lo que ordena Dios.
            -Te creía mi amigo. ¡Mi hermano!
            De repente, Lucas notó que perdía fuerza en las rodillas. Trastabilló, aunque fue capaz de mantenerse en pie. Supuso que la carrera debía haberlo debilitado. Recobró la compostura y gritó a su amigo: 
            -Juntos hemos escapado de la muerte, y ahora eres tú quien me envía a ella.
            -Por favor, Lucas -Alonso relajó el tono de voz. Su rostro dejó ver un leve gesto de súplica-. Todavía no está todo perdido. Entrégate y probablemente recibas misericordia. Tu mujer también la recibirá.
            -¡No necesito misericordia! -gritó Lucas, lleno de rabia.
            Los corchetes se adelantaron, espadas en mano.
            -¡Esperad! -pidió Alonso a los guardias.
            Pero no lo consiguió. Éstos se lanzaron contra Lucas, que reaccionó echando a correr en dirección a la puerta. Logró saltar el cerrojo de una patada y la abrió. El interior se encontraba completamente a oscuras, pero con la poca luz que entraba desde el exterior logró distinguir algunos barriles apilados, por lo que dedujo que debía tratarse de algún tipo de almacén. Al fondo podía distinguirse una luz. Un candil en el interior de un nicho iluminaba unas escaleras al primer piso. Corrió a ellas tropezándose con los barriles, seguido de cerca por los corchetes, y ascendió a toda prisa. La planta superior constaba de una pieza diminuta de techo bajo, donde dormía hacinada una familia de seis miembros. Todos se habían despertado con el alboroto. El padre, que debía pesar el doble que Lucas, le salió al encuentro armado con una estaca cuando lo vio aparecer por las escaleras. Se lanzó como un ariete, pero Lucas logró esquivarlo echándose a un lado con un veloz movimiento, luego puso rumbo hacia el otro extremo de la habitación, saltó por encima de dos chiquillos, que todavía se frotaban las legañas en un camastro destartalado, abrió una ventana estrecha, y escurriéndose a través de ella saltó hasta un tejado vecino. Alonso y uno de los corchetes lo siguieron; los demás dieron media vuelta y regresaron a la calle. Desde fuera, detectaron al fugitivo corriendo sobre línea desigual de los edificios. Con gran habilidad, Lucas logró distanciarse de Alonso, pero no tardó en alcanzar el final del camino. La línea de tejados ya no continuaba en ninguna dirección, sino que daba a una plaza cuadrada, no muy espaciosa, pero lo suficiente como para impedirle continuar su huida. Calculó la distancia que debía separarlo del suelo; también era demasiada.
            -¡Lucas! -el grito de Alonso lo sorprendió demasiado cerca de su espalda.
            Se giró con velocidad en el momento justo en que uno de los guardias le lanzaba una estocada directa.  Logró esquivarla con una finta. Luego tomó al guardia del brazo que empuñaba el hierro, lo atrajo hacia sí con un fuerte tirón, y con el brazo libre le propinó un codazo directo al rostro. El golpe resultó tan efectivo que su atacante soltó el arma y perdió el equilibrio, cayó sobre las tejas, rodó hasta el borde y se precipitó al vacío. Desde la calle ascendió una salva de maldiciones. Los corchetes que lo perseguían desde abajo pedían su sangre por lo que le había hecho al compañero; pero Lucas apenas los escuchó, estaba concentrado en el oponente que quedaba ante sí. Tomó la espada del guardia caído y adoptó una postura de guardia.
            -Eres un necio -increpó Alonso-. Ahora no descansarán hasta matarte.
            -¡Me conduces a la muerte de todas formas! Si he de morir, prefiero luchar antes que entregarme.
            De nuevo, y repentinamente, las fuerzas lo abandonaron por unos instantes. Lucas dejó escapar un gemido. Frente a él, la figura de Alonso se perfiló borrosa contra la noche.
            -Sabes que soy mucho más diestro que tú con la espada, Lucas. No me obligues a defenderme.
            Pero éste no respondió. En su lugar corrió hacia Alonso, presa de una ira ciega, y lo atacó con varias y furiosas estocadas que su amigo detuvo sin gran dificultad. En la primera respuesta, Alonso apuntó directo al pecho. Su filo cruzó el viento a una velocidad pasmosa. Lucas reaccionó con un movimiento reflejo para frenar el lance, pero sólo logró desviarlo. La punta alcanzó su estómago y se introdujo medio palmo.
            El combate había terminado.
            Alonso soltó el mango, de forma que la espada se sostuvo clavada en su amigo. Éste ahogó el primer quejido de dolor; observó la hoja que pendía de su cuerpo y luego a su oponente. Alonso parecía aguardar que sus miradas se encontraran.
            -Perdóname -dijo completamente serio; sin embargo, sus gestos no dejaron adivinar un ápice de arrepentimiento.
            -Alonso...- respondió Lucas con voz ahogada.
            Le flojearon las piernas. Retrocedió unos pasos, buscando recuperar el equilibrio, pero sus talones rozaron el borde del tejado. Resbaló.
            Justo cuando su cuerpo se inclinaba para caer, Alonso se acercó de un salto y lo tomó del brazo.
            -Vas a morir sin confesión -dijo, acercando el rostro al de su amigo-. Al menos concédeme tu perdón. No añadas este último pecado a todos los que ya cargas sobre tu alma.
            -Este pecado... lo cargarás tu. Este pecado...
            Lo interrumpió un violento acceso de tos. Se concedió unos instantes, tomó varias bocanadas de aire, y agarrándose al brazo que aún evitaba que cayera al vacío, dijo:
            -Cuida de mi esposa.
            -Lo haré. Tienes mi palabra.
            Lucas afirmó con la cabeza y silenció otro ataque de tos, el cual terminó reproduciéndose en forma de un rumor áspero.
            -Sé que lo harás. Siempre has anhelado vivir mi vida.
            Con una enérgica sacudida, Alonso se deshizo del brazo que sujetaba. Lucas permaneció un momento suspendido en el aire, con la mirada desorbitada por la sorpresa. Sus dedos se crisparon como si buscaran aferrarse al aire, pero no encontrando nada a lo que asirse, cayó a la plaza. El golpe de su cuerpo contra el suelo reprodujo un eco macabro. Los perros volvieron a ladrar.
            Alonso se tomó su tiempo para recorrer el camino de vuelta hasta la calle. Cuando alcanzó a los corchetes vio que estaban reunidos en torno al cuerpo de su amigo. No demasiado lejos yacía su espada, desprendida del estómago de Lucas por la violencia con la que había impactado contra el suelo. La tomó, se acercó hasta el grupo de hombres y se hizo un hueco entre ellos.
            -Eres tú el que me robó mis sueños, Lucas. Por eso debías morir. Que Dios se apiade de ti.
            -¿Qué hacemos ahora?– preguntó uno de los hombres.
            -Vosotros -dijo, señalando a dos y luego al corchete que también había caído del tejado-. Llevaos a vuestro compañero. Los demás conduciremos el cuerpo de Lucas hasta Jacobo, y que él decida. Nos encontraremos en el convento de los mercedarios.
            Los corchetes levantaron a Lucas en andas y lo sacaron de la plaza. Los perros dejaron salir un aullido quejumbroso cuando la comitiva ascendió por la calle de los soportales. En el cielo, el resplandor lechoso de la luna se abrió paso a través de un claro en las nubes, y como si tuviera el poder de acallar todo sonido, devolvió a la ciudad una absoluta quietud.
           
***

            -¿Está vivo? -escuchó que decían.
            -Creo que no.
            -¿Qué clase de respuesta es esa? ¿Acaso no le has cerrado la herida? ¿Está vivo o no?
            Lucas intentó gritar, moverse para que todos supieran que aún vivía. Buscó las fuerzas, pero su cuerpo no le respondió. Quiso descubrir a quienes hablaban, pero sólo había oscuridad a su alrededor. Por un momento pensó que debía tratarse de algún sueño, una pesadilla espantosa de la que le costaba despertar.
            -Señor-pensó- ¿Acaso estoy soñando? ¿Dónde me encuentro?
            La búsqueda de contacto con la Providencia mitigó el pánico que sentía durante un breve lapso entre la pregunta y la esperanza por obtener respuesta; pero entonces un dolor punzante creció en la base de su estómago, intenso y agudo como el mordisco de un animal, y reptó desde allí para  reproducirse en sus miembros. El combate en los tejados apareció en su memoria como si hubiera sucedido hacía mucho tiempo, pero con viveza; y con él la herida hecha por Alonso, que poco a poco debía estar sangrándole. No, no estaba soñando. Era aún peor. Estaba herido de muerte; pero aún vivo. En un estado entre los dos mundos quizás, en el que el espíritu inconfeso luchaba por aferrarse a la carne.
            A su derecha notó cierta calidez, probablemente causada por algún fuego. Bajo la espalda percibió una superficie rígida pero templada, y dedujo que debía estar echado sobre algún objeto de madera; una mesa, probablemente.
            -Ha muerto -volvió a escuchar-. Sí, está muerto. La herida ha sido más grave de lo que pensaba.
            Hablaba una voz áspera, como el crujido de la grava al paso de un carro.
            -Una pena -afirmó una tercera voz.
            ¡Alonso! Eran suyas las últimas palabras, no había duda, y debía hallarse muy cerca. Una vez más, Lucas intentó luchar, revolverse, ya no para demostrar que seguía con vida, sino para levantarse, sorprender a su amigo y reanudar el combate. Su cuerpo, sin embargo, continuó completamente rígido.
            -Lamento que no haya tenido tiempo de confesarse a Vuestra Merced -continuó Alonso.
            La primera voz, la que al principio había preguntado si se encontraba vivo, respondió:
            -Ciertamente. Es una pena. Estoy convencido de que habría vuelto a encontrar el camino de la salvación eterna. Lucas Belmonte siempre fue un creyente probado.
            Era una voz meliflua, delicada. Lucas la había escuchado antes, en algún momento del pasado; pero se encontraba demasiado confuso y asustado para reconocerla.
            -Disponed las exequias -dijo, y añadió-. Gracias por su ayuda, doctor. Creo que ha hecho cuanto ha podido aquí. Puede retirarse.
            Nadie respondió, pero Lucas escuchó pasos a su alrededor. Luego aquella voz suave habló por tercera vez.
            -¿Qué es esto?
            Se hizo una pausa.
            -Lo ignoro -respondió Alonso.
            Notó que tanteaban su cuerpo. Nuevamente, Lucas se esforzó en un intento por luchar; por huir, pues creyó que ya pretendían enterrarlo; pero todos sus esfuerzos resultaron inútiles. Una mano se introdujo en sus ropas.
            -¡Vaya! Es un libro... Proverbia Senecae.
            -Sin duda algún tipo de condenable publicación -afirmó Alonso.
            Lucas escuchó un rápido pasar de páginas.
            -No, espera. Parece algún tipo de relación. O un diario íntimo, tal vez.
            De nuevo, Lucas oyó cómo las páginas siseaban, esta vez más despacio.
            -Me lo quedaré, de momento.
            -Como quiera -respondió Alonso-. Ahora, si me disculpa, me gustaría ser el primero en dar la trágica noticia a la esposa de Lucas Belmonte. 
            -Buena idea. Tal vez, al escuchar una noticia tan importante de una voz amiga, vuelva a recuperar algo de la cordura que ha perdido. Al menos lo suficiente como para despedirse de su esposo. Ve, Alonso. Yo me encargaré de todo aquí.
            Lucas escuchó cómo Alonso se alejaba. El sonido de sus pisadas, algo más fuerte que si caminara, seco y acompasado, le llevó a imaginar que ascendía por unas escaleras. Después, el silencio se hizo a su alrededor. Justo en aquel momento, la condición en que se hallaba atenazó nuevamente su espíritu, provocándole un miedo desesperado. Allí se encontraba, ni vivo ni muerto del todo. Resolvió, aterrado, que su alma escapaba lentamente a través de la herida que Alonso le había abierto en el estómago, y que su estado debía ser, sin duda, transitorio. Al comprender que pronto moriría, lo invadió la duda.
            -Señor- llamó en sus pensamientos -¿Merezco esto?
            Nadie respondió.
            El sonido de las páginas lo sacó de sus pensamientos. La voz suave de quien se había apoderado de su diario rompió el silencio desde el lado opuesto al calor del fuego.
            -”Pese a todo, aún sé lo qué me enamoró de ella” -dijo.
            Pero no eran sus palabras. Leía en voz alta las confesiones de Lucas, sus pensamientos vertidos en el papel sobre lo que había sido su vida, más de cinco años atrás.
            -”Recuerdo la primera vez que la vi -continuó la voz-, asomada al balcón. Extrañamente,  no viene a mi memoria como cualquier otra persona. A ella la conservo de forma distinta. No es una imagen vaga, sino fija; estable a través del tiempo, como si se tratara de una pintura.”
            Y mientras avanzaba la lectura, Lucas notó que aquellas blandas palabras tenían el poder de transportarlo lejos, libre de la prisión de su cuerpo. Sintió que la realidad se desvanecía, mientras el sonido de aquella voz y sus mismos recuerdos se fundían en una evocación del pasado. 



La zarza de tres espinas. Reseña.

En mi última entrada del año, me he despertado con una gran sorpresa. El escritor y articulista Javier Pellicer, quien hace unos días incluyó La zarza de tres espinas como una de las mejores novelas leídas en 2011, ha escrito un artículo para la página CULTURA HACHE.

Tengo que felicitar a Javier por una reseña tan aguda y acertada. Ha sabido ver perfectamente todos los objetivos que me propuse al comenzar la narración de la historia de Lucas Belmonte.

Y, con esto, me despido hasta el año que viene, que comienza con un proyecto de novela que lleva años rondándome la cabeza: una aventura llena de misterio, acción y toques de terror. El 2012 es también el año de publicación de Praemortis II , cuyo resumen ya puede leerse en Amazon.

¡Feliz año a todos!

La zarza de tres espinas. Sorteo de libros.

Desde Ediciones Noufront están que tiran la casa por la ventana. Han decidido solucionar a sus clientes el problema de las compras navideñas... sorteando un lote de libros de la editorial.
Mi novela, La zarza de tres espinas, forma parte del sorteo. Os copio el anuncio desde Facebook:


Ante la buena acogida que ha tenido nuestro primer sorteo vamos con el segundo, y es que queremos ayudarte a hacer los regalos de navidad.
ENTRE TODOS NUESTROS AMIGOS DE FACEBOOK QUE COMPREN UN LIBRO FISICO EN NUESTRA TIENDA
www.noufrontstore.com
ANTES DEL 10 DE DICIEMBRE SORTEAREMOS TRES NOVELAS QUE EL GANADOR TENDRÁ EN CASA ANTES DEL DÍA 20 DE DICIEMBRE. 
LAS NOVELAS QUE REGALAREMOS SERÁN:

- Las Libelulas son bellas 
- La Zarza de tres espinas
- No bailes con la muerte

COMPARTELO CON TODOS TUS AMIGOS, PORQUE PARA TODOS LOS QUE LO COMPARTAN EN SU MURO TENDREMOS UN SORTEO ESPECIAL EN LAS MISMAS FECHAS!! 
SUERTE Y FELIZ NAVIDAD!!! 

¿Qué os parece? Sí, ya sé que estamos a 15 de diciembre, pero el sorteo ha sido prorrogado. Además, por la compra directa de La zarza de tres espinas también habrá regalo de lote de libros. 

La zarza de tres espinas. Reseñas varias.

Desde su publicación, hace bien poquito, mi cuarta novela, La zarza de tres espinasha sido reseñada en varios sitios. Hoy le dedico mi publicación a todos los que se han interesado por esta historia. Desde aquí, mi más sincero agradecimiento.

Los primeros en realizar tanto una reseña como una entrevista radiofónica fueron los de Protestante Digital. Podéis acceder a ambas pinchando aquí.

Los segundos fueron los de Qué locura de libros quienes también quisieron dejar una nota sobre esta aventura.

Mi tocayo, Miguel Ángel Gómez Juárez, acaba de sacar una acertada reseña en Me gustan los libros. Imperdible.

Y, por último, Mario escobar ya ha sacado a la luz la entrevista de radio que me hicieron para el programa Best seller español . Esta vez, y por problemas de tiempo, tuve que hacerla desde el teléfono, pero espero poder regresar al estudio de Mario en cuanto quede algo más liberado.

Compañeros del mundo de las letras, de nuevo, muchas gracias.

La zarza de tres espinas. Lee el primer capítulo.

¿Queréis saber cómo comienza La zarza de tres espinas? Aquí podéis leer un trozo del primer capítulo de esta apasionante novela de aventuras. ¡Disfrutadlo!

***


El filo curvo de la luna horadaba las nubes como un alfanje amarillo. Su luz pálida llegaba hasta los edificios de Madrid; casas pequeñas, pegadas unas a otras como si pudieran sentir el frío invernal; separadas de cuando en cuando por unas callejuelas estrechas, retorcidas y plagadas de charcos. El ladrido de un perro se atrevió a romper el silencio, otro respondió de lejos; y luego dos más. Ladraban al paso de los corchetes: seis hombres que corrían  frenéticos, espada en mano.
            -¡En los soportales! -gritó uno de ellos, al tiempo que señalaba una sombra que pretendía ocultarse tras una de las columnas.
            -¡A él! -ordenó otro.
            Al saberse descubierto, el fugitivo dio un brinco hacia la oscuridad del interior, como si pretendiera entrar por la puerta de alguna vivienda. Pero luego, dubitativo, se volvió, dando la espalda a sus perseguidores.
            -¡Quieto, Lucas! -llamó un tercero. No pertenecía a los corchetes.
            Sin embargo, el aludido ignoró esta orden igual que las demás  y se adentró por un estrecho callejón.
            -Está perdido -afirmó uno-. Por ahí no hay salida.
            Los corchetes enfilaron el callejón. Era tan estrecho que difícilmente cabían de dos en dos. Al fondo, pegado a un muro que cortaba el paso, Lucas Belmonte buscaba algún asidero por el que trepar.
            -Lucas, no sigas -dijo el hombre que lo perseguía junto a los corchetes, adelantándose-. No nos obligues a atacarte. Entrégate.
            Lucas observó las paredes de los lados. A su izquierda, a unos seis pasos, descubrió una puerta de aspecto desvencijado, pero si quería alcanzarla era necesario que corriera en dirección a sus atacantes.    
            -Ya me has entregado, Alonso -gruñó Lucas, desviando la mirada hacia el hombre que se interponía entre él y los guardias-. ¿Cómo has sido capaz de traicionarme así?
            -He hecho lo que debía hacer -respondió Alonso, tajante-. Es lo que ordena Dios.
            -Te creía mi amigo. ¡Mi hermano!
            De repente, Lucas notó que perdía fuerza en las rodillas. Trastabilló, aunque fue capaz de mantenerse en pie. Supuso que la carrera debía haberlo debilitado. Recobró la compostura y gritó a su amigo: 
            -Juntos hemos escapado de la muerte, y ahora eres tú quien me envía a ella.
            -Por favor, Lucas -Alonso relajó el tono de voz. Su rostro dejó ver un leve gesto de súplica-. Todavía no está todo perdido. Entrégate y probablemente recibas misericordia. Tu mujer también la recibirá.
            -¡No necesito misericordia! -gritó Lucas, lleno de rabia.
            Los corchetes se adelantaron, espadas en mano.
            -¡Esperad! -pidió Alonso a los guardias.
            Pero no lo consiguió. Éstos se lanzaron contra Lucas, que reaccionó echando a correr en dirección a la puerta. Logró saltar el cerrojo de una patada y la abrió. El interior se encontraba completamente a oscuras, pero con la poca luz que entraba desde el exterior logró distinguir algunos barriles apilados, por lo que dedujo que debía tratarse de algún tipo de almacén. Al fondo podía distinguirse una luz. Un candil en el interior de un nicho iluminaba unas escaleras al primer piso. Corrió a ellas tropezándose con los barriles, seguido de cerca por los corchetes, y ascendió a toda prisa. La planta superior constaba de una pieza diminuta de techo bajo, donde dormía hacinada una familia de seis miembros. Todos se habían despertado con el alboroto. El padre, que debía pesar el doble que Lucas, le salió al encuentro armado con una estaca cuando lo vio aparecer por las escaleras. Se lanzó como un ariete, pero Lucas logró esquivarlo echándose a un lado con un veloz movimiento, luego puso rumbo hacia el otro extremo de la habitación, saltó por encima de dos chiquillos, que todavía se frotaban las legañas en un camastro destartalado, abrió una ventana estrecha, y escurriéndose a través de ella saltó hasta un tejado vecino. Alonso y uno de los corchetes lo siguieron; los demás dieron media vuelta y regresaron a la calle. Desde fuera, detectaron al fugitivo corriendo sobre línea desigual de los edificios. Con gran habilidad, Lucas logró distanciarse de Alonso, pero no tardó en alcanzar el final del camino. La línea de tejados ya no continuaba en ninguna dirección, sino que daba a una plaza cuadrada, no muy espaciosa, pero lo suficiente como para impedirle continuar su huida. Calculó la distancia que debía separarlo del suelo; también era demasiada.
            -¡Lucas! -el grito de Alonso lo sorprendió demasiado cerca de su espalda.
            Se giró con velocidad en el momento justo en que uno de los guardias le lanzaba una estocada directa.  Logró esquivarla con una finta. Luego tomó al guardia del brazo que empuñaba el hierro, lo atrajo hacia sí con un fuerte tirón, y con el brazo libre le propinó un codazo directo al rostro. El golpe resultó tan efectivo que su atacante soltó el arma y perdió el equilibrio, cayó sobre las tejas, rodó hasta el borde y se precipitó al vacío. Desde la calle ascendió una salva de maldiciones. Los corchetes que lo perseguían desde abajo pedían su sangre por lo que le había hecho al compañero; pero Lucas apenas los escuchó, estaba concentrado en el oponente que quedaba ante sí. Tomó la espada del guardia caído y adoptó una postura de guardia.
            -Eres un necio -increpó Alonso-. Ahora no descansarán hasta matarte.
            -¡Me conduces a la muerte de todas formas! Si he de morir, prefiero luchar antes que entregarme.
            De nuevo, y repentinamente, las fuerzas lo abandonaron por unos instantes. Lucas dejó escapar un gemido. Frente a él, la figura de Alonso se perfiló borrosa contra la noche.
            -Sabes que soy mucho más diestro que tú con la espada, Lucas. No me obligues a defenderme.
            Pero éste no respondió. En su lugar corrió hacia Alonso, presa de una ira ciega, y lo atacó con varias y furiosas estocadas que su amigo detuvo sin gran dificultad. En la primera respuesta, Alonso apuntó directo al pecho. Su filo cruzó el viento a una velocidad pasmosa. Lucas reaccionó con un movimiento reflejo para frenar el lance, pero sólo logró desviarlo. La punta alcanzó su estómago y se introdujo medio palmo.
            El combate había terminado.
            Alonso soltó el mango, de forma que la espada se sostuvo clavada en su amigo. Éste ahogó el primer quejido de dolor; observó la hoja que pendía de su cuerpo y luego a su oponente. Alonso parecía aguardar que sus miradas se encontraran.
            -Perdóname -dijo completamente serio; sin embargo, sus gestos no dejaron adivinar un ápice de arrepentimiento.
            -Alonso...- respondió Lucas con voz ahogada.
            Le flojearon las piernas. Retrocedió unos pasos, buscando recuperar el equilibrio, pero sus talones rozaron el borde del tejado. Resbaló.
            Justo cuando su cuerpo se inclinaba para caer, Alonso se acercó de un salto y lo tomó del brazo.
            -Vas a morir sin confesión -dijo, acercando el rostro al de su amigo-. Al menos concédeme tu perdón. No añadas este último pecado a todos los que ya cargas sobre tu alma.
            -Este pecado... lo cargarás tu. Este pecado...
            Lo interrumpió un violento acceso de tos. Se concedió unos instantes, tomó varias bocanadas de aire, y agarrándose al brazo que aún evitaba que cayera al vacío, dijo:
            -Cuida de mi esposa.
            -Lo haré. Tienes mi palabra.
            Lucas afirmó con la cabeza y silenció otro ataque de tos, el cual terminó reproduciéndose en forma de un rumor áspero.
            -Sé que lo harás. Siempre has anhelado vivir mi vida.
            Con una enérgica sacudida, Alonso se deshizo del brazo que sujetaba. Lucas permaneció un momento suspendido en el aire, con la mirada desorbitada por la sorpresa. Sus dedos se crisparon como si buscaran aferrarse al aire, pero no encontrando nada a lo que asirse, cayó a la plaza. El golpe de su cuerpo contra el suelo reprodujo un eco macabro. Los perros volvieron a ladrar.
            Alonso se tomó su tiempo para recorrer el camino de vuelta hasta la calle. Cuando alcanzó a los corchetes vio que estaban reunidos en torno al cuerpo de su amigo. No demasiado lejos yacía su espada, desprendida del estómago de Lucas por la violencia con la que había impactado contra el suelo. La tomó, se acercó hasta el grupo de hombres y se hizo un hueco entre ellos.
            -Eres tú el que me robó mis sueños, Lucas. Por eso debías morir. Que Dios se apiade de ti.
            -¿Qué hacemos ahora?– preguntó uno de los hombres.
            -Vosotros -dijo, señalando a dos y luego al corchete que también había caído del tejado-. Llevaos a vuestro compañero. Los demás conduciremos el cuerpo de Lucas hasta Jacobo, y que él decida. Nos encontraremos en el convento de los mercedarios.
            Los corchetes levantaron a Lucas en andas y lo sacaron de la plaza. Los perros dejaron salir un aullido quejumbroso cuando la comitiva ascendió por la calle de los soportales. En el cielo, el resplandor lechoso de la luna se abrió paso a través de un claro en las nubes, y como si tuviera el poder de acallar todo sonido, devolvió a la ciudad una absoluta quietud.

La zarza de tres espinas... ¡ya a la venta!

De lo que se entera uno. Acabo de terminar mi entrada de rigor de los jueves y, ¡sorpresa!, me anuncian que mi cuarta novela, La zarza de tres espinas ya puede comprarse en formato papel y e-book. ¡Qué alegrón!

La zarza de tres espinas es una historia ambientada a finales del XVI, que relata una historia sobre el honor, la traición, los celos, el amor y la fe. En sus inicios fue concebida como una novela por entregas, porque mi intención fue publicarla en Protestante digital; no obstante, al final la compilé en una novela y la entregué a Juan Triviño, director de Noufront, una editorial ubicada en Barcelona por la que siempre he sentido admiración.

Con esta novela me ha sucedido algo que adoro: la historia se escribía sola. No era yo quien determinaba lo que los personajes debían hacer, sino que ellos mismos iban, poco a poco, reaccionando a lo que les sucedía, tal y como les dictaba su carácter. El resultado ha sido una novela muy ágil, donde sucede algo en cada uno de sus más de treinta capítulos. La zarza... consiguió encandilarme, lograr que me viciara su escritura, desear sentarme delante del ordenador para relatar lo que iba a suceder a continuación. Con razón la terminé en un tiempo récord. 

¿Te pica la curiosidad? Puedes leer más sobre La zarza de tres espinas pinchando en 
¡Disfrútala!



 

La zarza de tres espinas.


Abandonado en la fría mesa de una morgue, después de haber sido dado por muerto tras una angustiosa persecución por los tejados de la villa de Madrid, Lucas Belmonte descubre, en el trance entre la vida y la muerte, que ha sido traicionado por su mejor amigo, por su patria, por su amada esposa y por los mismísimos embajadores de su fe. Y comienza a contar su historia, una historia que, al final, también resulta ser la de una Europa convulsa y un Mediterráneo consumido por las luchas entre moros y cristianos en pleno siglo XVI, donde la fe es más una cuestión de intereses políticos y de grandes sumas de dinero que de auténtica redención. Donde solamente la férrea voluntad de un hombre en busca de la verdad podrá liberarle del yugo de la esclavitud, tanto la física como la espiritual.

«Al fin veo que hemos transformado al Creador: igual a una zarza de tres espinas que horada nuestra carne, nuestro espíritu mismo, por culpa de una voluntad obcecada. Agarramos dicha zarza con intención de apropiárnosla, de poseerla sólo para nosotros, y nos desangramos».

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Os presento un adelanto de mi próxima novela, La zarza de tres espinas, que será publicada el mes que viene por Ediciones Noufront.
La historia se ambienta en la España de finales del XVI, y narra una historia de traiciones y aventuras alrededor de la figura de su protagonista, Lucas Belmonte, y de su amigo de la infancia, Alonso Márquez.

Estoy muy ilusionado con esta novela. Ha recibido muy buenas críticas, así que espero impaciente la reacción del público.

Cuando vi la portada quedé petrificado, es como si la diseñadora hubiera extraído de mi mente lo que deseaba y lo hubiera plasmado. 
El resumen es obra de mi hábil editora, que -os lo garantizo-, tiene mucha más mano que yo para lograr un buen texto de contraportada.
El texto entrecomillado es un extracto de la novela, uno de los más interesantes, por cierto. 

Lo dicho, ando mordiéndome las uñas, esperando que la novela vea al fin la luz. En cuanto tenga más información, iré publicándola por aquí.