El Gobierno de los Hipnotizadores

Hoy se me antoja hablar de política, a pesar de que ése no es el clima de este blog, y descubra mis intenciones de voto ante todos mis seguidores. Me confieso un seguidor activo de la actualidad política, y un votante de izquierdas. Hasta la fecha no me he casado con ningún partido, pero debo advertir que me identifico mucho con Pablo Iglesias, y no sólo porque ambos tengamos la misma edad y hayamos vivido en el mismo barrio (Vallekas) durante años. No, no es sólo eso. 

Las pasadas elecciones andaluzas no dieron muchas sorpresas (victoria del PSOE, seguido del PP), y yo me pregunto, ¿las darán las autonómicas? ¿Y las generales? Me gustaría pensar que así será, pero temo que los que andan arriba -los que siempre han estado arriba-, esgrimen un poder mayor de lo que esperábamos: la hipnosis del pueblo.
Esta sugestión no se ha alcanzado mediante el vaivén de un péndulo, ni con un toquecito en la frente de la víctima, como se hace en los grandes espectáculos de masas. El procedimiento ha consistido en métodos más primarios y, aunque sorprendente,han resultado efectivos:
comodidad y miedo

No me gusta el Partido Popular, ni una pizca. Sus políticas huelen a rancio, a una mentalidad desgastada, opresora y reprimida. Es el estertor de un conservadurismo en una pelea contra su extinción irrefrenable. Sus ideas me resultan lejanas; casi me sonarían a chiste, de no ser porque el partido las pone en práctica. Por ello me cuesta creer que repartiendo comodidad y miedo entre el pueblo logren mantenerse. ¡Pero caray!, parece que lo estén consiguiendo.

Como digo, el plan de este partido se aleja de lo maquiavélico, y mucho. Es tan simple que parece hecho por idiotas. La primera de sus medidas, la comodidad, consiste en mantener al pueblo conforme. Para ello, el Partido Popular elimina la cobertura sanitaria a miles de inmigrantes, e incluso a los españoles que pasen un tiempo fuera del país. Sin embargo, a los de aquí nada les quita, de modo que no existe la percepción del problema. Por otro lado, anuncian que están en disposición de bajar el IVA cultural, y el de determinados productos (entre los que se encuentran peluquerías y toros). Por último -esto que no falte- harán descender el paro mucho, mucho mucho. 
Todos esos anuncios tranquilizan a la ciudadanía. Las cosas van a ir mejor, cada vez más. Ya se está notando, ¿verdad?

Por otro lado, los populares son muy de miedos. Cuando alguno les incomoda, les organiza un escrache o una manifestación no deseada, le tildan de terrorista. Los terroristas y filoterroristas campan a sus anchas por el país, germinan como las setas en temporada. Todos son terroristas, de modo que lo mejor es hacer una Ley Mordaza para callar a quien grite demasiado. Al mismo tiempo, los candidatos de partidos políticos emergentes son poco menos que subalternos de Satanás. Pablo Iglesias es amigo de terroristas -por supuesto-, iraníes y chavistas; y Albert Ribera no puede acercarse al gobierno. Es muy peligroso... porque es catalán. 

¿De verdad está funcionado todo esto? ¿Estas tácticas majaderas han logrado que el Partido Popular se estabilice en intención de voto?... No, de verdad, ¿va en serio?

Me cuesta comprender que la estrategia del miedo esté convenciendo a mis compatriotas. Me cuesta mucho. ¿Vamos a ir a peor con un gobierno nuevo? Ya estamos peor. Quienes se hallan en el poder reducen las aportaciones en sanidad y en educación, principios básicos para toda sociedad civilizada; rescatan a los bancos, se casan con las eléctricas, se corrompen hasta la médula y reducen las ayudas a la dependencia. 
Esta última medida me resulta digna de una barbarie medieval. 

Hace unos días, escuché a Julio Anguita llamar a voces a los intelectuales. Les pedía a gritos que salieran de una vez a la luz y se manifestaran contra todas las leyes injustas de estos populares. Anguita no podía creer que nadie más se quejara, que nadie más se levantara armado con la palabra. 

Pero es que nos han abotargado, señor Anguita. La comodidad frente al televisor resulta demasiado tentadora, y las promesas de futuro positivo han convencido, aunque resulten absurdas. ¿Es que nadie ve que NO vamos mejor? Ellos ampliaron los impuestos que ahora anuncian como reducción milagrosa. Ellos mataron la cultura que ahora pretenden resucitar y defender. Ellos aumentaron las cifras del paro hasta extremos alarmantes, hasta que las familias tuvieron que acudir a los comedores sociales; y ahora se enorgullecen de reducirlas. 

Ellos fabricaron esta mierda, y ahora le ponen un lacito.

Pues bien, yo sí he gritado mi opinión valiéndome de esta ventana. Sea intelectual o no, espero que sirva para recordar, porque uno de los peores ingredientes de esta comodidad que nos venden, es que ya no sabemos mirar al pasado. 
Esto es lo que a mí me apetecía gritar hoy. Sigo sin comprender que la gente no quiera cambiar. Deseo que observe el futuro con valentía y eche a los de siempre, a los corruptos, a los que sólo se preocupan de su jubilación en una gran compañía.

Abramos los ojos de una vez, apartemos la mirada del péndulo del hipnotizador y observemos lo que sucede. Lo que sucede en realidad.

3 comentarios:

Carmenzity dijo...

Yo aún no sé a qué partido voy a votar, pero sí sé a quién no voy a votar: a los partidos de siempre, que nos comen la cabeza, ¿sabes? a veces me pregunto cómo se permite tanta telebasura, como bien dices. Simplemente, creo que les viene genial tenernos abotargados, pensando en gilipolleces (perdón por la expresión). ¿Pensar? No, por favor, no sea que pensemos de más...
Yo ya he perdido el miedo, porque sé que el que llegue al poder se verá envuelto en una tela difícil de romper y que costará conseguir algunos objetivos algo utópicos, pero al menos, aún me queda la duda de qué harán por nosotros, los ciudadanos. No puedo decir lo mismo ni del PP ni del Psoe que ya sé de qué pie cojean. Ah y una última cosa, aún estoy flipando con las elecciones andaluzas. Lo que se estarán riendo los socialistas de los ciudadanos.... vaya tela, pensando: "Si haciendo todo lo que estamos haciendo, nos siguen votando... ¿para qué cambiar?"... ¿qué necesita un andaluz para abrir los ojos y promover aire nuevo? Estoy muy enfadada y perdiendo la confianza en nosotros mismos. Así es que sí, has hecho muy bien en sacar el tema, porque como ves, necesitamos desahogarnos.
Ay.

Saludos.

Unknown dijo...

Yo creo que la gente (a la que me refiero en sentidi peyorativo) ve perfectamente lo que está pasando, se fa perfecta cuenta de que las cosas no van a mejor, pero se encuentra atrapada por el efecto de cierta inercia centenaria. No sólo es miedo, también una pavorosa negación de la realidas, una capacidad a asombrosa para girar el cuello cual lechuza y mirar a otro lado... a un lado que no sé muy bien donde está y puede muy bien ser imaginario. A esa capacidad le sumamos la tradicional pereza intelectual de nuestro país (hace cerca de un siglo que ni nuestros intelectuales son muy activos social ni pilíticamentr ni el ciudadano de a pie es propenso a la actividad intelectual) y, como resultado, obtenemos el hecho de que la estrategia de "tiro de la cuerda todo lo posible pero sin llegar a romperla...pero apurando mucho, mucho ese punto de rotura-no rotura, siga funcionando y perfeccionándose para mantenernos cada vez un poco más oprimidos pero siempre igual de callados. Creo sinceramente que es pulir hasta dejarla espejada, en bruñir incluso esa estrategía que tan exclentes resultados les está dando, a lo que dedican nuestros políticos todo su esfuerzo; en ningún caso a nada parecido a trabajar por nuestro país, un concepto que hasta el pueblo a olvidado hace tiempo.

Anónima dijo...

Miguel Angel, no creo que los escritores debamos de meternos demasiado en política. Nuestro sacro oficio y vocación ha de resistir esa malsana tendencia. Y más los españoles, siendo tan extremistas. Siempre de derechas o de izquierdas, o rojos o amarillos, o del Madrid o del Barcelona... Ya está bien. Nosotros tenemos el poder, como tú dices, de la palabra. Funcionamos como una caña hueca a través de la cual encarna y cobra vida el aliento de las musas. LLevamos con nosotros el don de dar vida con el verbo, el alma en llamas, y nuestra flamígera espada es la pluma como bien dices. No lo desperdicies regalándole margaritas a un lechón. Sí, claro, todos soñamos con un mundo mejor. Pero este circo de los horrores, absurdo y esperpéntico, donde estamos todos atrapados no se va a solucionar con la palabra. La gente ya no escucha. Todos estamos obligados a elegir bando desde el nacimiento. Y con la misma voluntad que el reptil defendiendo su territorio, activamos el espíritu sectario, necio, ciego y narcisista para defender nuestro partido, a pesar de sus defectos, a pesar de los logros del contrario, vamos ciegos y sordos hacia... ¿dónde? ¿Una nueva escabechina nacional? La gente no dialoga, no hay crecimiento, no hay esperanza, solo el eterno enfrentamiento entre dos fuerzas que no hacen sino encarnar la necesaria existencia de los dos polos opuestos para que se desarrolle la vida. Ser conservador o ser progresista, como los latidos de un corazón que se contrae y expande, como toda vida que necesita inspirar y espirar para desarrollarse, considero que a este juego de extremos que siempre hemos vivido al límite los españoles le falta esa sana deportividad que podría hacer de nuestra pasión la antorcha de nuestra grandeza. No hablemos de política por favor. Tu blog es mi refugio. Un besazo