Mañana llegará el fin del mundo, según una versión del calendario maya. Digo una versión, porque no hace mucho fue publicada una noticia -con muy poca trascendencia por lo poco morboso de su mensaje- en la que se había descubierto "otro" calendario que aportaba una fecha distinta. Si mañana no se acaba todo, quizás se publique a lo grande. A los seres humanos nos gusta pensar en un final para todo.
Por otro lado, hay quienes defienden que el mundo terminará mañana, pero otros son menos apocalípticos, y se limitan a señalar que las profecías señalan en inicio de una nueva era, un cambio a nivel mundial.
Sea como fuere, ¿sucederá algo a partir de mañana? Un servidor piensa que no. Los cambios a nivel mundial no suelen aparecer de un día para otro, sino a partir de progresivos acontecimientos. En este sentido sí me gustaría que viéramos un cambio, al menos en nuestra sociedad.
Hace dos días vi un documental basado en el experimento de Stanley Milgram, que demostraba cómo una persona es capaz de obedecer órdenes de una autoridad, incluso si dichas órdenes desafían sus principios. Creo que el experimento, si bien puede tener algunas objeciones, demuestra que estamos acostumbrados a obedecer a quienes nos gobiernan.
Incluso aunque su mandato resulte inapropiado o perjudicial, lo acostumbrado es obedecer o, al menos, dejarnos llevar. Estamos hechos así. Desde niños aprendemos que debemos acatar lo que nos ordenan nuestros padres, o incluso cualquier adulto. Ese concepto permanece junto a nosotros cuando maduramos.
Me gustaría que esto cambiara a partir del 21.
Tengamos el valor de desobedecer, de forma unificada y pacífica, cuando es evidente que quienes gobiernan conducen nuestro país a la pobreza y la ignorancia, y entregan nuestros derechos al poder de la banca. Cuando nuestros amigos y familiares están en paro, cuando nuestros vecinos -o también amigos, o también familiares- han sido despojados de sus viviendas y no tienen donde dormir, cuando se reducen los gastos para I+D+I (uno de los pilares fundamentales del progreso de un país), educación y sanidad, pero se siguen aportando cifras mareantes para el rescate de la banca. Cuando sucede algo así es que las cosas, definitivamente, tienen que cambiar. Olajá los mayas lleven razón, pero para bien.
Me despido con este deseo hasta el 2013. Si el mundo sigue en su sitio, daré la bienvenida al nuevo año con nuevos anuncios (continúo empeñado en publicar 3 novelas el año que viene), críticas de novelas autopublicadas en Amazon y alguna que otra reflexión literaria. Hasta entonces, feliz fin 2012 (o fin del mundo, por si acaso).
Si os interesa ver un interesante documental basado en el experimento de Milgram, pinchad en este enlce. No tiene desperdicio.
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