Engordar cifras de ventas: ¿Cuántas veces hemos visto que en la portada de la novela nos anuncian que ha vendido cientos de miles de ejemplares? Es un reclamo muy utilizado por las editoriales, porque parece que automáticamente la novela adquiere prestigio (lo cual, en más ocasiones de lo esperado, se halla demasiado lejos de la realidad). Pues bien, estas cifras de ventas no siempre son ciertas. Algunas editoriales las engordan a propósito, o incluso se las inventan de principio a fin (es decir, que antes de que la novela haya vendido un sólo ejemplar ya le colocan la etiqueta con "más de doscientos mil lectores en su primer mes", o cualquier anuncio del estilo).
Colocar cifras de venta astronómicas ha llegado a convertirse en toda una carrera por ver quién pone el mayor número de ceros. De tal modo que he llegado a encontrarme cifras, no ya de cientos de miles, sino millones de lectores. Hace unos meses vi una novela (no recuerdo el título) en cuya portada se aseguraba que había vendido más de cincuenta millones de ejemplares.
Que una novela de la que no sabía nada casi hubiera logrado igualar a El código Da Vinci resultaba, cuando menos, sospechoso.
Escribir con pseudónimo por obligación: y reitero el "por obligación" porque me refiero a un caso muy específico que obliga a colocar una autoría distinta: el de atrevernos, como escritores, a escribir dentro de un género poco popular entre autores de lengua española. Los lectores podemos ser críticos en exceso, a veces incluso antes de saber de qué trata la novela, y existen determinados géneros en los que tenemos crucificados a los autores en lengua española: la ciencia ficción, sin ir más lejos, es uno de ellos. Preferimos a quienes tienen un apellido extranjero; anglosajón a ser posible.
Pero resulta que sí hay buenos escritores de ciencia ficción (entre otros géneros condenados) que escriben en lengua española. ¿Qué hacer para competir con el mercado que monopoliza leste tipo de géneros? Sencillo: escribir con pseudónimo. De tal modo que el señor Juan Moreno se transforma en John Brown y listo. Lectores asegurados.
Como digo, esta estrategia es sencilla pero no fácil. Escribir con un nombre diferente obligado por las circunstancias no resulta agradable para todo el mundo. Es una pena que, en ocasiones, los lectores podamos ser tan obtusos.
El mundo literario tiene sus hipocresías. De todos depende que sigan alimentándose.
7 comentarios:
Ninguna bobada... Así son las cosas.
Hay más trucos, claro que sí, pero estos dos son los más comunes.
Los negros es uno de los clásicos.
Incluso el negro del negro, como le ocurrió a Dumas.
Rafael
O el de meter una pegatina en los libros donde ponga "2ª edición", y luego ir a la página de los créditos editoriales y ver que en realidad es la primera edición. Esta se hace mucho.
Y lo que no sospechamos que harán. Se puede uno imaginar cualquier cosa del mundo editorial y libresco. Muy interesante el artículo.
Si nos lo permites lo incluiremos en el facebok de Floder Libros Cristianos. Muy interesante!
¡Claro! Un saludo.
Qué triste lo que comentas de los seudónimos. ¿Cuándo aprenderemos a dejar de despreciar los productos nacionales solo por ser de aquí? Con este complejo de inferioridad nunca iremos a ningún sitio.
Muy buena entrada :) Lo de engordar las cifras lo sabía, pero respecto a lo del pseudónimo, no tenia ni idea!
Besos agridulces
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