Observando su intervención, comprendí con tristeza que el Congreso de los Diputados se ha transformado en un corral de comedias. Nuestro Sr. Presidente tuvo en su discurso loa (el descenso del déficit), jácara (las cifras de paro y la expectativa de descenso) y mojiganga (con la famosa sentencia de "no hago lo que he prometido, pero hago lo que debo"). Su discurso fue igual a una pobre obra del XVII, que más merecía el lanzamiento de hortalizas y los pitos que los aplausos de toda su bancada¡.
Pero el Sr. Rajoy no parece darse cuenta de que lo que se vive en la calle no es una comedia, sino la tragedia más triste que ha presenciado nuestra democracia. ¿Qué valor tienen las palabras de quien ha incumplido sistemáticamente cada una de sus promesas? ¿Qué esperanza aportan sus reformas? Ya nadie se fía de lo que este polinichela trajeado pueda decirles. Los ciudadanos se han frotado los ojos y han visto que sobre el Retablo de las Maravillas no hay más que humo. Mucho humo, y las cuerdas de un títere de apellido germano.
Todo apunta a que el partido de los mentirosos, los mismos que han logrado el voto con promesas que no cumplieron. Estos que, ahogado por un escándalo de corrupción, tienen como protagonista a "aquel que no debe ser nombrado"; un personaje dedicado a hacer mutis por el foro y marcharse a esquiar cuando le viene en gana. Todo apunta, como digo, a que este partido votará en contra de la dación en pago y otras reformas propuestas por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Hay algo perjudicial en ello, según dicen. Nada se puede cambiar, el sistema está bien como está.
La falta de contacto con los ciudadanos, con esos que se quedan sin hogar, con los mismos que se quitan la vida de pura desesperación, es verdaderamente alarmante. El escenario en el que el Gobierno representa su obra de teatro se halla a demasiada altura. No se han dado cuenta de que en el patio de butacas nadie se ríe.
Aquí la única sonrisa es la de Ana Mato.
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